Una y un millón de noches podrás esperarme, podré esperarte.
Junto a esa espera interminable estará una esfera que gira
eternamente como la vida misma.
Y puedo decir que conozco el universo porque me conozco a mí
misma si tú estás junto a mi, si puedo contemplarme en tus ojos
una vez más.
Y recordé que nadie es nada cuando bailamos junto con las olas
del mar, cuando me dijiste que hay que saber bailar con ritmo,
seguir la corriente sin ser indiferente. Pretendo saber viajar a través
de constelaciones por medio de vuelos nocturnos que no cesan hasta
que mi respiración se agota. Toda va y ya no vuelve, los instantes
son fugaces y la vida es escurridiza. Mi mente se transforma a cada
segundo para no volver atrás y permanecer en un presente constante.
Ya no hay nada que decir cuando el viento cambia y mis ojos siguen
permanentes. Las palabras vuelan y ya no tienen significado en este
mundo lleno de basura y de interrogantes que no encuentran respuesta.