domingo, 23 de agosto de 2009

El sol ha terminado su recorrido, veintiocho días han transcurrido. Fui en busca de mi sangre, paseé sobre un desierto y un mar, escuché sus rugidos y el destino me dijo que tu presencia estaba lejos de aquel atardecer, de estos ojos que no te contemplan pero te esperan cada día bajo la sombra, bajo los rayos de una esperanza que se esfuma día con día.
Mi corazón está con el tuyo, no tengas miedo, no existe la vergüenza, esta alma es pura al igual que la tuya. Mis juicios han muerto para poder admirarte para poder amarte de nuevo, lejos del vicio, lejos del ego.
Espérame en la última piedra de la Baja, en la Playa del Amor o tal vez en Balandra. Recuerda que el tiempo es polvo y que los días se devoran así mismos para no volver más. Recuerda que el
pasado no existe y que yo no tengo memoria. Despierta ante este llamado, ante las memorias vivas de tu corazón, recuerda tu niñez y tus alegrías, olvida las mías... Olvida tus temores y rencores que mis brazos se abren como alas para abrazarte fuertemente dentro de un torbellino o un huracán, en las afueras del tiempo para no volver más.