lunes, 29 de septiembre de 2008

Los niños corren sobre un mar despoblado,
las olas rebanan una a una mis entrañas.
No es el horizonte es la luna que se pierde,
la luna que atormenta a la eternidad.
Las balas retumban en mi cabeza, el sol
me alumbra, el murmullo del viento es mudo.
La sangre corre y mis colmillos atraviesan la
sagrada sombra de los cuerpos en celo.

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